Con una tradición de 8.000 años, la agricultura se enfrenta al momento más crítico de su existencia. Abastecer a una población que crece a un ritmo de 1000 millones de personas cada quince años, según Naciones Unidas, el cambio climático, que asfixia el terreno o lo ahoga sin remordimientos, así como las plagas desconocidas e incontrolables producidas por la invasión de especies exóticas han hecho a la agronomía más impredecible que nunca. Hasta ahora.
El campo 4.0
El agricultor ya no se encuentra solo. Ahora lo acompañan los drones, que en poco tiempo recorren una gran superficie recogiendo imágenes y todo tipo de datos, como el número de cepas, la humedad terrestre o la fortaleza de las plantas basada en el estudio de su color, y permiten conocer su estado y pronosticar enfermedades. Estas aeronaves determinan las zonas que necesitan fumigación para vaporizarlas al mismo tiempo.
Perpetrado con tablets y otros dispositivos conectados, el labrador obtiene toda la información medioambiental de sus terrenos sin moverse del tractor. Los sensores aéreos y terrestres; las agroguías, equipadas con sistemas GPS para tratamientos de herbicidas y abonos fertilizantes; las cámaras, que detectan el estrés de las plantaciones por sequía, plagas y enfermedades; o los mapas que incluso registran los cambios en la fotosíntesis de las plantas, son los protagonistas indiscutibles de la agricultura de precisión. Un fenómeno basado en aplicaciones personalizadas que obtienen la información medioambiental más precisa de la tierra y posibilitan adoptar decisiones que benefician al suelo y al cultivo.